Participación ciudadana y acceso al conocimiento.

Los medios de comunicación de masas y su interacción con el mundo de la ciencia son el epicentro de un terremoto que sacude la sociedad porque refleja nuestra naturaleza y llama nuestra atención hacia algunos de los conflictos clave del este siglo. Los medios actúan como intermediarios entre los centros de investigación y la ciudadanía. La gestión de la transmisión de la información hacia estos medios, así como la gestión de su propia producción por parte de los científicos y las instituciones científicas de las redes sociales son elementos clave para entender la relación entre ciudadanos y conocimiento. Las herramientas más comunes de la comunicación corporativa han sido empleadas por los servicios de comunicación científica pero no parecen calar en la sociedad, ya que son acogidas con niveles bajos de interés (16.3 % en la ultima encuesta disponible). Una imagen habitual que los científicos proyectamos hacia la sociedad representa una ciencia poco cooperativa, con científicos aislados de la realidad circundante. Aun así, en los últimos años se detecta un aumento de la presencia de la Ciencia en los medios de comunicación. Con una tasa de crecimiento del 5% en el número de piezas periodísticas, se estima que solo un 2% de este material deriva de la actividad de las UCCis, lo cual vuelve a no dejar en muy buen lugar a estas agencias.

La revolución que ha vivido la gestión de la información en la era de internet influye dramáticamente a ambos lados de la cuestión. Hay una escasez endémica de periodistas científicos, que hacen que el flujo de información quede controlado de manera institucional, y por lo tanto, poco orgánica. Además, este canal de comunicación esta muchas veces dirigido por intereses editoriales asociados a las revistas de publicaciones científicas, o controlado por UCCis que no son todo lo eficaces que cabria desear, como aseguran los números mencionados mas arriba. Es mas, incluso la figura del periodista científico, que tanto bien podría haber hecho hace unos años, esta en peligro de extinción.

Los medios son presa del “clickbait”, la necesidad de atraer la atención del publico para dar valor económico a sus contenidos, y la comunidad científica sufre la presión por tener que enfrentarse a la sordera social, a la amenaza de las fake news, al aumento de pseudociencias o teorías conspirativas. El clima actual no hace mas que contribuir a la polarización de la sociedad, siguiendo una tendencia poco esperanzadora. Los científicos y los comunicadores tenemos la responsabilidad social de luchar contra esta polarización, o al menos de no contribuir a ella. Nuestro papel como referentes sociales y el reconocimiento a nuestra labor son herramientas muy útiles para avanzar en una democratización del conocimiento científico, participando así de una sociedad mas preparada para afrontar los retos del siglo XXI. El prestigio de la profesión de investigadora es un valor incalculable en estos tiempos en los que la confianza esta en entredicho desde múltiples ángulos.

Los resultados del estudio realizado por Gonzalez-Pedraz y colegas sugieren que es la propia comunidad científica quien otorga una mayor o menor presencia en prensa digital a los organismos de investigación. Somos los propios científicos quienes no conseguimos poner en valor nuestro trabajo y nuestras aportaciones a la sociedad. En este sentido si parece que la labor de las UCCis es eficaz. Un dato especialmente preocupante en este estudio es que solo el 5% de las piezas periodísticas analizadas incluye recursos multimedia. En una sociedad en la gran parte del conocimiento se transmite a través de YouTube u otras plataformas, la falta de contenido multimedia es especialmente dramática. 

Es innegable que el modelo en el cual basar nuestra acción necesita abandonar los esquemas tradicionales de periodismo y comunicación científica. Los medios de comunicación de masas sobrevivirán, pero transformándose en conglomerados empresariales poco parecidos al oficio periodístico del siglo XX. La figura del intermediario que gestiona la información esta cada día mas en entredicho, como lo esta el amplio alcance de la ciencia. El producto del avance en la investigación, a menudo idealizado desde la comunidad científica, se ve amenazado por una irrelevancia derivada de la compartimentalización extrema de los contenidos y la información. Si la ciencia no consigue adaptarse al nuevo ecosistema, se convertirá en un nicho de alta especialización y poca influencia a gran escala…si no lo es ya.

Hay sobradas razones para entregarse al pesimismo. Pero también hay razones para el optimismo. En el fondo, esta dicotomía es inherente al espíritu humano. Los mismos “dramas” asaltaron a los países occidentales cuando a finales del siglo XVIII el periodismo y su vocación de informar a las masas destruyeron el monopolio estado-iglesia de la época. Hoy en día tenemos un acceso amplio a la información y millones de personas visitan a diario webs y blogs de información que retan los esquemas tradicionales. Es similar a las nuevas plataformas de consumo de televisión y música: Los viejos negocios no supieron adaptarse y ahora luchan por sobrevivir. Durante este año 2020 muchas de estas afirmaciones han cambiado, ya que el contexto COVID-19 ha trastocado toda la realidad mundial, pero con relación al contenido multimedia quiero hace una mención especial a como algunos museos de artes plásticas han mostrado signos de adaptación a los tiempos que corren. Durante este año, grandes pinacotecas como el Museo del Louvre de Paris o la Galería de los Oficios en Florencia han creados cuentas en la nueva plataforma de redes sociales TikTok, ampliamente usada por sectores jóvenes de la población. Esta es una decidida apuesta por generar contenidos accesibles al publico que los consume y que puede generar un interés sostenido en el tiempo por temas científicos. 

El excelente texto de Vladimir de Semir que disecciona este nuevo panorama (El mutatis mutandis de la comunicación científica en la era de internet), publicado en 2010, es de un fantástico valor predictivo. El análisis de comunicación de anteriores epidemias infecciosas es, de hecho, extremadamente interesante dadas las actuales circunstancias. El problema reside siempre en el mismo principio: necesitamos ciudadanos con espíritu critico. Esta aserción es valida para prácticamente toda gestión de la información, y debe ser más tenida en cuenta por la comunidad científica y por sus herramientas de comunicación. Debemos convertirnos en portavoces de nuestra propia investigación y ponerla en valor, pero sin un contexto claro y realista, la audiencia perderá el interés o no crecerá. Y, por lo tanto, no conseguiremos que la ciencia devuelva a la sociedad lo que invierte en ella, o lo que esperamos que invierta. Los científicos tenemos que abandonar nuestras torres de marfil… cada día menos gente quiere vivir en palacios construidos sobre cuernos de animales mutilados. 
Parte de la investigación biomédica de los últimos diez años se encamina, como reflejo de la compartimentalización de la sociedad moderna, hacia la “medicina personalizada”. Todo es personalizado en el siglo XXI. Por lo tanto, debemos buscar nuestros pequeños nichos de comunicación y trabajar sobre ellos desde la convicción de que, si los propios científicos renunciamos a transmitir nuestra pasión, habrá alguien que nos querrá suplantar. El avance de la ciencia como elemento social para combatir al miedo y a la ignorancia es un arma fundamental para la supervivencia de nuestros modelos democráticos que nos permiten vivir en paz y libertad como pocas veces antes ha ocurrido en la historia escrita de la humanidad.


                                                                                Alberto Benito Martin
                                                                                30 de noviembre de 2020




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